Überneuron
“El objeto se encuentra y se estructura en la via de una repetición: reencontrar el objeto, repetir el objeto. Pero lo que el sujeto encuentra jamás es el mismo objeto. […] el sujeto no cesa de engendrar objetos sustitutivos.”
— Jacques Lacan
Este ensayo está bi-escindido (zweispaltig) como la neurona propuesta por Freud en su Entwurf (1895). En primer lugar, busca explorar la posible distinción entre (unterschied) dos concepciones de la neurona, según los registros propuestos por Lacan. Por un lado, la neurona imaginaria, entendida como una metáfora especular que proyecta una imagen de unidad, continuidad y totalidad que es ilusoria; y, por otro lado, a la neurona simbólica, que resalta la discontinuidad, la falta estructurante y el proceso de traducción que define al sujeto en su relación con el Otro, como una arquitectura (Bau) que actúa como soporte de una lógica articulada en términos de diferencia y mediación. Así, partiendo de esta distinción, como segundo lugar, el texto apunta a pensar a —la neurona— como una metáfora de la herencia simbólica, de la trans-misión de significado a través del lenguaje.
La neurona imaginaria: el estadio del espejo y la ilusión de unidad
“La estructuración imaginaria del yo se efectúa alrededor de la imagen especular del cuerpo propio, de la imagen del otro. […] en efecto, en toda relación narcisista el yo es el otro y el otro es yo.”
— Jacques Lacan
En el registro imaginario, la neurona puede pensarse como un correlato de la experiencia del sujeto en el estadío del espejo, descrito por Lacan como un momento fundacional en la constitución de la subjetividad. Este estadío implica la identificación del niño con su imagen reflejada, un proceso en el que el sujeto, fragmentado en su experiencia corporal y psíquica, se reconoce en una totalidad ilusoria. De manera análoga, la neurona imaginaria proyecta una unidad y continuidad que, aunque es seductora, no sería más que un espejismo, un efecto de la captura especular.
El estadío del espejo, según Lacan, introduce al sujeto en la dimensión imaginaria, donde la percepción del cuerpo como un todo integrado contrasta con la vivencia real de su fragmentación. Este contraste da lugar a una alienación primordial: el sujeto se identifica con una imagen que le es externa, una proyección que organiza su experiencia pero que, al mismo tiempo, lo desdobla.
La neurona, entendida desde esta perspectiva, funcionaría como un reflejo de esta dinámica: se presenta como una unidad autosuficiente que forma parte de un todo continuo, pero esta continuidad es, en última instancia, una construcción especular. Así como el estadio del espejo produce un "yo" que se percibe completo, la neurona imaginaria contribuye a la ilusión de un sistema neuronal integrado, sin fallas, es decir, funcional.
Pero la identificación con la imagen reflejada implica una pérdida: el sujeto se vuelve dependiente de una representación que nunca podrá ser plenamente suya. De manera similar, la neurona imaginaria, establecería una relación de dependencia con la totalidad ilusoria del sistema neuronal. Esta dependencia refuerza la ilusión de continuidad, al tiempo que oculta las rupturas y discontinuidades que definen su estructura subyacente.
El estadío del espejo también introduce al sujeto en una dinámica de rivalidad y comparación. La imagen reflejada no solo es una representación de sí mismo, sino también un "otro" al que debe superar. En este sentido, la neurona imaginaria puede pensarse como una metáfora de esta tensión especular: al igual que el sujeto en el estadio del espejo, la neurona imaginaria busca afirmarse como una entidad autónoma y unificada, pero esta afirmación está siempre en relación con una red más amplia que la trasciende. La ilusión de autonomía que proyecta la neurona imaginaria es, por tanto, inseparable de la alienación/dependencia que esta ilusión produce.
Así, la neurona imaginaria, al igual que el estadio del espejo, organiza una experiencia de unidad y continuidad que es ilusoria. Este registro especular no solo define la relación del sujeto con su imagen, sino también la manera en que Freud, desde su "Entwurf", describe la arquitectura neuronal como bi-escindida. En lugar de proyectar un sistema continuo y autosuficiente, Freud ya introducía la fragmentación y la discontinuidad como aspectos esenciales de la estructura neuronal. Esta escisión, que subyace en la organización del aparato psíquico, será clave para comprender la lógica del sujeto y su inscripción en el campo del lenguaje. Como exploraremos a continuación, la neurona simbólica, más que ser un nodo de continuidad, se configura como el lugar donde se producen estas divisiones, fundamentales para la transmisión y el estructuramiento del sentido.
La neurona simbólica: discontinuidad y mediación
“El significante representa a un sujeto para otro significante.”
— Jacques Lacan
En contraste con la dimensión imaginaria, donde la neurona opera como una ilusión de unidad, la neurona simbólica se inscribe en el registro del lenguaje y la lógica diferencial. Lacan define lo simbólico como el orden estructurado por el significante, donde las relaciones entre elementos se articulan en términos de diferencia y mediación. En este registro, la neurona simbólica dejaría de ser una unidad cerrada para convertirse en un nodo que participa en una red regida por la falta y la traducción. Este movimiento, lejos de buscar una totalidad, enfatiza la discontinuidad que define al sujeto en su relación con el Otro.
En el Entwurf (1895), Freud introduce la noción de las barreras-contacto (Kontaktschranken), que regulan la transmisión entre las neuronas y operan como puntos de interrupción y mediación. Estas barreras, al permitir el paso de impulsos solo bajo ciertas condiciones, representan una lógica de diferencia esencial para el funcionamiento psíquico. Desde una perspectiva simbólica, las barreras-contacto no solo conectan, sino que también demarcan los límites de cada neurona, inscribiéndola en una red donde su significado y función dependen de su relación con otros nodos. Esto resuena con la idea lacaniana de que el lenguaje opera como una estructura en la que cada significante adquiere sentido solo en su diferencia con los demás.
La neurona simbólica, por tanto, podría entenderse como una metáfora de la estructura lingüística que sostiene al sujeto. Al igual que el lenguaje, no es un sistema continuo ni autosuficiente, sino una arquitectura abierta (Aufbau) que incorpora la falta como su fundamento. Lacan señala que "el inconsciente está estructurado como un lenguaje", lo que implica que el sujeto nunca es plenamente autónomo, sino que siempre está mediado por la lógica de la cadena significante. De manera análoga, la neurona simbólica no operaría como una unidad aislada, sino como un soporte que participa en un sistema articulado por relaciones de mediación y traducción.
Esta lógica simbólica también se refleja en el concepto de traducción propuesto por Freud. En la Carta 52, Freud describe cómo los impulsos se transforman al pasar de un sistema neuronal a otro. La neurona simbólica, al operar en esta dinámica, no busca preservar una continuidad ilusoria, sino que encarna la ruptura y la transformación que permiten la producción de significado.
Así, la neurona simbólica se distingue de la imaginaria al renunciar a la ilusión de unidad y al inscribirse en una lógica de discontinuidad y mediación. Este registro, articulado por la estructura del lenguaje, no solo podría reconfigurar el papel de la neurona en el Entwurf, sino que también ofrece una metáfora para pensar la relación del sujeto con el Otro y con su propia inscripción simbólica (lector-elector).
La neurona como metáfora de la herencia simbólica
La neurona simbólica no solo opera en el registro de la diferencia y la mediación, sino que también puede leerse como una metáfora de la herencia simbólica, un concepto central en Lacan que destaca la transmisión del lenguaje, la cultura y el deseo a través del entramado significante. En este contexto, la neurona simbólica se convierte en un nodo que porta, transforma y transmite los legados que estructuran al sujeto, no como un receptor pasivo, sino como un agente activo que participa en el proceso de traducción y re-inscripción de los significantes que recibe.
El sujeto está atravesado por un conjunto de significantes que lo preceden, una herencia que lo sitúa (setzen) en un campo de significación antes incluso de su existencia. De manera análoga, la neurona simbólica no actúa de forma aislada, sino que se encuentra inmersa ya en un sistema donde cada impulso que transmite está mediado por una red más amplia de significantes que lo anteceden. Esta transmisión no sería un proceso lineal ni mecánico, sino un acto de reconfiguración, en el que lo heredado se transforma constantemente para dar lugar a nuevas articulaciones de significado.
La herencia simbólica en Lacan implica la inscripción del sujeto en el deseo del Otro. Este deseo, estructurado por el lenguaje, determina la posición (setzen) del sujeto en el campo simbólico y lo conecta con una historia que no es únicamente suya, sino que pertenece a la red de relaciones que lo trasciende (transf(h)erencia).
La neurona simbólica, como metáfora de esta dinámica, no solo transmitiría información, sino que participa en una lógica de transmisión que implica falta, fallas, desplazamientos y transformaciones. Así como el sujeto se constituye en la falta que articula la cadena significante, la neurona simbólica se define por las interrupciones y traducciones que permiten que el flujo de impulsos se convierta en un acto de significación.
En este sentido, la neurona simbólica también puede pensarse como un punto de anclaje en la trama del lenguaje. Lacan describe el lenguaje como un sistema que se hereda y que organiza la experiencia humana. La neurona simbólica, al operar en este registro, se convierte en un soporte material de la herencia simbólica, una metáfora de cómo los significantes, a través de su interacción y mediación, estructuran tanto al sistema neuronal descrito por Freud como al sujeto en su inscripción en el orden simbólico.
De este modo, la neurona simbólica no solo representaría una unidad funcional en un sistema biológico, sino que también se erige como un símbolo de la dis—continuidad y transformación de la herencia cultural y lingüística.
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